Un vuelo de Alaska Airlines con destino a California vivió una situación crítica cuando, pocos minutos después del despegue, un panel completo de la estructura del avión se desprendió inesperadamente. El incidente ocurrió a bordo del vuelo 1282, con 171 personas a bordo, mientras la aeronave se encontraba a aproximadamente 4.800 metros de altitud.
El panel involucrado, conocido como “door plug”, había sido previamente removido como parte de una intervención técnica para corregir remaches. Sin embargo, durante su reinstalación, no se colocaron los pernos de seguridad correspondientes, lo que permitió su desplazamiento progresivo a lo largo de 154 vuelos. Esta omisión no quedó registrada en documentos por parte de Boeing ni de Spirit AeroSystems, lo que impidió cualquier tipo de seguimiento o alerta anticipada.
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Según concluyó la Junta Nacional de Seguridad del Transporte de Estados Unidos (NTSB, por sus siglas en inglés), esta situación fue resultado de múltiples fallos técnicos, humanos y de supervisión. La presidenta de la NTSB, Jennifer Homendy, señaló: “Esto solo ocurre cuando fallan todos los mecanismos del sistema”.
La descompresión causada por la pérdida del panel activó el sistema de emergencia, desplegando las mascarillas de oxígeno y provocando la expulsión de objetos personales por la abertura. Como consecuencia, siete personas resultaron con lesiones leves, incluyendo un auxiliar de vuelo.
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El vuelo logró regresar al aeropuerto de Portland gracias a la eficiente actuación de la tripulación. A pesar de que el avión operaba con una avería pendiente en la bomba de combustible, todos los sistemas de emergencia respondieron de manera adecuada. Un aspecto que pudo haber agravado el incidente es que el panel defectuoso se ubicaba junto a una salida de emergencia bloqueada detrás del ala izquierda. Por coincidencia, los asientos en esa fila estaban vacíos.
Kelly Bartlett, uno de los pasajeros, relató a la agencia AP: “Sabíamos que algo andaba mal… No sabíamos qué ni cuán grave era. No sabíamos si íbamos a estrellarnos”. La investigación también apuntó a debilidades institucionales en la Administración Federal de Aviación (FAA), cuyos procesos de auditoría fueron calificados como insuficientes por carecer de planificación clara y no conservar los informes por más de cinco años. Esta situación impide evaluar patrones o identificar errores reincidentes.
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Ante los hallazgos, la FAA limitó la producción del modelo Boeing 737 Max a 38 unidades mensuales, mientras se avanza en el rediseño estructural de sus puertas. Las autoridades señalaron que estas modificaciones no estarán listas antes de 2026, aunque se ha exigido a Boeing y Spirit AeroSystems acelerar las medidas internas.
Cabe recordar que, tras hechos ocurridos en 2018 y 2019 que afectaron gravemente la seguridad aérea, Boeing puso en marcha un nuevo sistema de control interno en 2015. Sin embargo, al momento de esta emergencia, dicho plan aún no había cumplido tres años de funcionamiento.
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